EL PACTO CON LA CORONA
por Juan Antonio de Ybarra e Ybarra
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La tradicional confusión que rige la vida intelectual española se ha visto enriquecida en los últimos días con diversas apelaciones al federalismo, nos ha dicho don Federico Jiménez Losantos al exponernos las interesantes reflexiones que hizo sobre el federalismo y el neocarlismo en sus "Comentarios Liberales", el sábado pasado, en ABC. El 10 de diciembre de 1976 publiqué un artículo en varios
periódicos del País Vasco que titulé, El Regionalismo: Un Tema Para Debate
Nacional. Entonces nos encontrábamos ante el proyecto de ley para la Reforma
Política del Gobierno Suárez. Se iba a legalizar la libertad y legitimar la
autoridad, es decir, se establecería la democracia en España. En el preámbulo
del proyecto Suárez para la Reforma Política quedaba emplazado para después de
las elecciones generales, entre otros temas, la institucionalización de las
regiones. En aquellos momentos, especialmente, en el País Vasco y Cataluña, se
presentaban tantas tesis sobre el regionalismo, de las posibles alternativas
autonomistas y del federalismo, que era fácil darse cuenta de la poca claridad
de ideas que se venían manifestando en torno a estos temas tan cruciales para
nuestra futura convivencia política. El país tiene conciencia de que la soberanía indivisa del Estado español, es decir, nuestra unidad política, es pieza fundamental para nuestro futuro político. Unidos todos, como dijo el Rey de España en Asturias en 1976, podremos lograr cualquier empresa por difícil que parezca. La soberanía es nuestro fundamento político. Y así lo entendió Ortega y Gasset cuando, al referirse a ella, afirmó en el Congreso, la noche del 25 de septiembre de 1931, que no era una competencia cualquiera, que no era propiamente el Poder, que no era ni siquiera el Estado, sino que era el origen y fundamento de todo Poder, de todo Estado, de toda Ley, de todo Derecho y de todo Orden. España, como dijo Salvador de Madariaga, no tiene motivos objetivos de separatismos, porque los pueblos Vasco y Catalán están entretejidos en la historia de España, de un modo tan íntimo, que su separación desgarraría un ser vivo y lo dejaría exangüe. Cuando el señor Jiménez Losantos dice que la vida intelectual española está impregnada de una tradicional confusión, yo matizaría, añadiendo que alguna parte de la vida intelectual y política española, desconoce algunas realidades político-multiseculares de nuestras regiones históricas. Pero no estoy muy de acuerdo con él cuando afirma que la foralidad es una barrera y no una garantía de la libertad. Me va a permitir don Federico Jiménez Losantos que disienta de él y me refiera a mi condición de vasco y a mi tierra: el señorío de Vizcaya. Siendo don Ramón Rubial Cavia presidente del primer Consejo
General de País Vasco, formé parte de él, por la Unión de Centro Democrático, en
mi calidad de Secretario Técnico de la Consejería Sin Cartera, una consejería
con competencias eminentemente políticas. Participé activamente en la
elaboración del Proyecto del Estatuto de Autonomía para el País Vasco. Hubo
alguna voz que reclamó, dentro de la Ponencia, la vía de la foralidad para
diseñar el futuro político del País Vasco. Fue una posibilidad que quedó
descartada porque el sistema propiamente foral quedó interrumpido desde 1876,
habían transcurrido cien años desde su abolición, y era casi imposible hacer un
desarrollo de aquellos fueros con los que nos gobernamos los vascos durante
cientos de generaciones. Pero los fueros, como afirma don Federico Jiménez
Losantos, nunca formaron parte del sistema de los instrumentos feudales, porque
allí nunca existió feudalismo, sino hombre libres que se gobernaron con sus
Fueros, usos y costumbres ancestrales. Al morir el rey Enrique II en 1379, coinciden en la persona del nuevo rey, Juan I, la Corona de Castilla y el Señorío de Vizcaya. Pero esta unión no supuso una asimilación del Señorío por parte de la Corona, tan sólo se dio una legítima coincidencia de que una misma persona ostentara los títulos de rey de Castilla y de señor de Vizcaya. Además, ello no suponía una alteración de la situación política de Vizcaya. El señorío de Vizcaya seguía conservando sus Fueros, usos y costumbres, con su peculiar sistema político. Y a partir de ese momento, el rey de Castilla tendría que jurar ante los vizcaínos sus Fueros para ser reconocido como su señor natural, de la misma manera que lo tuvieron que hacer todos los anteriores señores de Vizcaya. Los señores de Vizcaya siempre fueron señores soberanos de sus territorios. Vizcaya nunca fue territorio dependiente de las Coronas de León, Pamplona y Castilla, como se ha mantenido y se sigue afirmando. Vizcaya fue territorio libre, sin dependencia alguna de esos reinos, a pesar de los muchos intentos que se hicieron por dominarlo en la transcurso de la Historia. Sin embargo, muchos reyes de Pamplona y de Castilla buscaron la amistad y colaboración de los señores de Vizcaya para sus empresas durante la Reconquista. Y en agradecimiento a la colaboración que recibían de los señores de Vizcaya, los reyes les otorgaban cargos, honores y estados en sus reinos. Por estos motivos, los señores de Vizcaya les rendían homenaje, como vasallos suyos, por aquellos territorios que recibían. El señor de Vizcaya reunía en su persona las condiciones de soberano independiente, como señor de Vizcaya, y la de vasallo del rey, como ricohombre de su reino. Don Luis Salazar y Castro en su "Historia Genealógica de la Casa de Haro", publicada por la Real Academia de la Historia, cuya documentación se custodia en el Archivo Documental Español, se manifestó en este mismo sentido sobre la independencia secular del señorío de Vizcaya. Dejó escrito que él había defendido que el señorío de Vizcaya era feudo dependiente de las Coronas de Castilla, León o Navarra y se retractó públicamente cuando escribió esa obra, al afirmar que el señorío de Vizcaya fue siempre país libre sin dependencia alguna de otros, como tantas veces se había dicho. No hace bien, don Federico Jiménez Losantos, cuando dice que el Pacto con la Corona destruiría la legitimidad de la Monarquía, porque es precisamente ese Pacto de la Corona que hicieron los Trastámara, los Austria y los Borbón hasta 1876, con los alaveses, los guipuzcoanos y los vizcaínos, lo que hizo posible la convivencia pacífica de los tres territorios históricos vascos con el resto de España durante tantos siglos de Historia común. Diario ABC. Madrid, 15 de diciembre de 1994. |