EL MUNDO
AÑO XIV. NUMERO 4.529.
Domingo, 28 de abril de 2002



Treinta y dos días de angustia
CASIMIRO GARCIA-ABADILLO

El 20 de mayo de 1977, un comando de ETA político-militar secuestró a Javier de Ybarra en su casa de Bilbao. Ybarra era un personaje emblemático. Consejero del Banco de Vizcaya y presidente de El Correo, había sido presidente de la Diputación de Vizcaya, alcalde de Bilbao y procurador en Cortes, además de uno de los miembros de la familia más apreciado por todos. Desde luego, ETA sabía bien a quién secuestraba.

ETA pidió por su rescate 1.000 millones de pesetas (lo que ahora sería como pedir unos 20.000 millones). La familia se movilizó de inmediato para lograr el rescate. El entonces líder del PNV, Carlos Garaicoetxea, condenó el secuestro sin paliativos. Fue como un mazazo para toda la clase empresarial vasca.

El abogado José Ricardo Palacio (que defiende a Pedro Luis Uriarte en el caso de las cuentas secretas del BBV) puso en contacto a la familia Ybarra con dos abogados próximos a ETA: Iñaki Esnaola y Juan Daniel Barandiarán, que aceptaron la mediación «por motivos humanitarios y profesionales».

Un sobrino de Javier de Ybarra, Pedro de Ybarra y Güel, que había sido abogado de los etarras encausados en el Proceso de Burgos (1970), le confirmó a su primo Juan Antonio de Ybarra e Ybarra que Esnaola y Barandiarán eran las personas adecuadas para entablar contacto con ETA político-militar.

Por su parte, el cuñado de Juan Antonio de Ybarra, Gaizka Ortúzar, intentó localizar a algún representante de ETA en Bruselas, pero sin éxito.

El abogado Juan María Bandrés también hizo gestiones para lograr la liberación del secuestrado, pero no desembocaron en buen fin.

El comité formado a instancias de Juan Antonio de Ybarra tampoco logró que la familia aportara dinero para alcanzar la cantidad que exigían los secuestradores. Sólo se consiguieron dos créditos del Bilbao y del Vizcaya, por 25 millones cada uno.

El día 22 de junio de 1977, el cadáver de Javier Ybarra fue encontrado en el Monte Gorbea. La noticia conmocionó a todo el País Vasco y a la clase empresarial y política de la España de la Transición.

Y, de paso, también supuso un terremoto en el mundo abertzale y en ETA político-militar, en la que algunos de sus referentes, como Mario Onaindía, se habían opuesto radicalmente tanto al secuestro como al asesinato de Ybarra. Ese hecho influyó para que muchos de sus simpatizantes, como el propio Onaindía o Bandrés, rompieran con la banda para crear Euskadido Ezkerra.