Juan Antonio de Ybarra e Ybarra

22 de junio de 2014

 

¿Existe alguna semejanza entre la actitud del Presidente del Gobierno Mariano Rajoy con la que mantuvo el Presidente Carlos Arias Navarro para frenar las necesarias reformas políticas que el Rey Don Juan Carlos I deseaba emprender para instaurar la democracia en España?


Casimiro García-Abadillo, el director de "El Mundo", acaba de publicar un lúcido artículo "¿Alguien no se ha dado cuenta de que los tiempos están cambiando?"


García-Abadillo advierte que "ahora, todos nos jugamos el futuro. En año y medio tendremos que hacer un gran cambio. Si lo hacemos bien, daremos un salto hacia adelante. Si no, España será la que sufra el daño". Es cierto que en año y medio tendremos que haber hecho ese gran cambio, pero para lograrlo hay que comenzar ya, ahora mismo, sin esperar más.


El mensaje del Rey Don Felipe VI, el día de su proclamación ante las Cortes Generales, abre las puertas para la esperanza, para que todos podamos seguir viviendo en paz y armonía. El Rey ha dejado meridianamente claro en su mensaje que se va a emplear a fondo en el ejercicio de sus competencias de arbitrar y moderar el funcionamiento regular de las instituciones, poder que le otorga la Constitución. Pero si no recibe la colaboración del Gobierno, de la Oposición, de los restantes grupos parlamentarios y de aquellos que han surgido en las recientes elecciones al Parlamento europeo, la Corona fracasará en su empeño, y eso no puede suceder, porque de las mismas esperanzas más que de las desesperanzas surgen los mayores conflictos sociales.


Se habla de un nuevo proyecto de federación para España, algo que no deja de asombrar, porque ¿qué es si no el sistema autonómico que nos hemos dado? Pues una federación. Una organización del Estado en la que ni los nacionalistas vascos ni los catalanes se sienten cómodos.

 

Estamos integrados de pleno derecho en una nación de naciones: Europa. Ahora se oyen voces de los partidos nacionalistas que piden esa misma forma de gobierno para España. Nadie debe rasgarse las vestiduras porque planteen esas reivindicaciones. Lo que hay que evitar es precisamente que la insatisfacción de esas minorías representadas en el Parlamento español, pero que son mayorías en sus territorios autonómicos, suponga una grave amenaza para la estabilidad del Estado.


Mientras la Corona fue lugar de encuentro de todos los territorios de la España emergente y se respetaron sus tradiciones, no existió conflicto alguno hasta que una vez lograda aquella unidad política en el siglo XVI, con el paso de los siglos, España se convirtió en un Estado unitario centralizado y se fueron vulnerando aquellos pactos que dieron lugar al nacimiento de la soberanía española, o lo que es igual, al nacimiento de su unidad política.

 

Pretender que la Corona vuelva a ser el lugar de encuentro de los distintos territorios del Estado no representa ninguna involución, sino todo lo contrario. Se estaría dando un contenido mayor a la Corona como Institución, sin que por ello deba asumir funciones ejecutivas de poder, y se lograría la estabilidad necesaria del Estado.


No echemos por la borda la obra realizada durante estos años bajo el reinado de Don Juan Carlos I por hombres de Estado como el Presidente de las Cortes Torcuato Fernández de Miranda, el Presidente Adolfo Suárez, el Presidente Felipe González, Alfonso Guerra, los Padres de la Constitución y tantos otros que fueron garantes de la Corona y de su estabilidad política.


De la Ley a la Ley. Así se hizo la Transición política durante el reinado de Don Juan Carlos I. Ahora, con el Rey Don Felipe VI se deben hacer las reformas necesarias para que todos se sienta cómodos y podamos vivir en paz y armonía.